SEMINARIO DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE PARA DIÓCESIS NECESITADAS DE SACERDOTES
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HOMILIA DEL 24 DOMINGO ORDINARIO

 

Las cruces sin Cristo nos llevan a esclavitudes
La perdida de la creencia en Dios sitúa en experiencias momentáneas que terminan en desilusión: un alma inmortal necesita de un amor eterno. Escapar de la responsabilidad de vivir produce conciencia intranquila con remordimientos y complejos de culpa al cambiar la libertad por la licencia ó permisividad. El inmanentismo contra la trascendencia que niega la inmortalidad hunde en la preocupación por lo perecedero y/ó el miedo de morir y se vive moribundamente. La equiparación del hombre con el animal sin estima de nuestra alma racional con abandono de la ética en las relaciones humanas, con reacciones emotivas y sin decisiones pensadas, viviendo no a voluntad sino por instintos que se usan mal sin gobierno de sí.
 
La Cruz de Cristo es nuestra liberación
Porque Jesucristo cargó con nuestros pecados, pagando así nuestro rescate y promoviendo nuestra restauración y perfeccionamiento: perdonar es su enseñanza y el camino de vida cristiana y feliz sin rencores, no amargada, a imitación de Dios compasivo y misericordioso. Nos ha enseñado Jesucristo a vivir para el Señor, que nos es Padre, para que al morir seamos suyos en la esperanza de que si Cristo resucitó resucitaremos nosotros con Él, viviendo en comunión con Él y con todos en Él, pues suplicó a su Padre y Padre nuestro por cuantos le echamos como carga nuestros pecados: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Debemos saber vivir como perdonados, dispuestos a perdonar siempre al hermano, “setenta veces siete” nos dijo.

Hoy celebramos a la Santa Cruz y mañana a Nuestra Señora de los Dolores:
 
Roguemos a Dios que quiso que la madre de su hijo compartiera con Él, de pie junto a la cruz, transida de dolor, sus sufrimientos, nos asocie con ella, nuestra Madre, en la Pasión de Jesucristo, para que merezcamos estar también en la gloria con Él…. Que no nos permitamos la desunión ni la indiferencia hacia los hermanos; que aceptemos el proyecto social de Jesucristo que nos congrega con sus exigencias éticas… No vino Él a destruir la ley sino a darle cabal cumplimiento y nos resumió en amar como Él nos ha amado y como ha de ser el amarnos a nosotros mismos sin soberbias, ni egoísmos, la ley natural y la ley positiva divina, todos los mandamientos que a través de los Patriarcas y el Decálogo conocemos en la Biblia y la tradición y el magisterio de la iglesia. Así sea.
 
Pbro. Eugenio Ponce de León Murillo
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